Una de las críticas que se le suele hacer a la inteligencia artificial generativa (que como conté en otro post, es una sección muy específica de la IA) y que yo mismo hago, es que va a atrofiar nuestra capacidad de hacer y pensar cosas críticamente. Si decides programar usando sólo un chatbot (una práctica llamada “vibe coding” en inglés), vas a delegar constantemente no sólo el trabajo, sino la capacidad de aprender cómo hacerlo.
Esta parte me deja pensando mucho. Siento que tiene algo profundamente cierto: cuando dejamos que una máquina piense o cree por nosotros, no solo perdemos una tarea, sino una parte de nosotros mismos. Me pasa a veces, cuando algo me sale mal y quiero buscar la solución rápida en internet o pedirle a una IA que lo haga, que me doy cuenta de lo fácil que es rendirse ante la comodidad. Pero también, de lo vacía que puede sentirse esa “facilidad”. Aprender algo nuevo, equivocarse, incluso frustrarse, tiene un valor que una máquina no puede darnos. Esa lucha, esa torpeza inicial, es donde realmente se forma el pensamiento crítico, donde se despierta la curiosidad. Si dejamos que la inteligencia artificial piense todo por nosotros, ¿en qué se convierte nuestra mente? Tal vez terminemos sabiendo más cosas, pero sintiendo menos. Y me parece que eso sería una pérdida demasiado grande, porque lo que nos hace humanos no es solo lo que sabemos, sino cómo llegamos a saberlo.