NInguna de ellas, claro.
Cuando algo parece haber funcionado, como puede deberse o no al tratamiento, lo suyo es investigarlo. Con evidencia anecdótica no se puede ni aceptar ni rechazar algo. ¿Ocurre en más casos? ¿Hay estudios al respecto? Si no, ¿se puede organizar (o pedir que se organice) un estudio que lo compare con un grupo de control?
Y si funciona, por un lado, ¡excelente! Todos queremos tener tratamientos mejores. También, ¿por qué funciona?, es decir, ¿cuál es el mecanismo? Porque si lo entendemos, podemos intentar ver en qué otros casos también podría servir. Y, además de aprender más, extenderíamos mucho su utilidad. ¡También algo que todos queremos!
De eso va la ciencia, de intentar ver qué ideas son buenas y cuáles no. De intentar no engañarse a uno mismo (porque sabemos que es muy fácil hacerlo), de hacerlo honestamente.
Los maestros de Galileo podrían tirar por su cuenta esas dos bolas y ver que siempre pasa así. El equivalente en las pruebas con homeopatía no es el caso. Ojalá lo fuera, pero las pruebas que se han hecho sistemáticas (para lo que la evidencia anecdótica apenas suma ni resta) muestran lo contrario.