A diferencia de la escritura, no es claro cuál es el beneficio concreto que pueda traernos la inteligencia artificial para que se justifique su eventual omnipresencia (y el atrofiamiento que ella implica).
La inteligencia artificial, más que expandir nuestras capacidades, amenaza con adormecerlas. Nos acostumbra a delegar el pensamiento, el aprendizaje y la creación, hasta el punto de confundir comodidad con progreso. Nos ofrece respuestas inmediatas, pero no comprensión; eficiencia, pero no conocimiento. En lugar de impulsarnos hacia una inteligencia más profunda, corre el riesgo de volvernos dependientes de una ilusión de saber, una versión brillante pero vacía de lo que significa realmente pensar.