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  1. Nov 2023
    1. Ya se ha vuelto sentido común que muchas llamadas “catástrofes naturales” no lo son, sino que en alguna o gran parte resultan de la acción humana sobre el medio ambiente natural: “La causa de los desastres son los fenómenos naturales, casi todos inevitables; pero sus efectos no pueden ser considerados naturales, puesto que pueden ser evitados.” Esto vale no solamente para inundaciones, sequías, plagas, olas de calor, incendios forestales y desaparición de especies. También vale para los terremotos, como ha sido recordado después de los movimientos telúricos catastróficos de 1985 y de 2017 en la Ciudad de México: “No son los terremotos los que matan gente, son los edificios, y esto se puede evitar”. También las consecuencias de los huracanes, cuyo número y cuya potencia parece estar incrementándose en todo el mundo, dependen en gran medida de la manera cómo han sido construidos edificios y vías de comunicación, cómo se está proporcionando el servicio de agua y corriente eléctrica y cómo está organizado el abastecimiento con alimentos y medicamentos.

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      Pensar, además, en el impacto que tiene el humano en la devastación ecológica –selvas, manglares– y su relación con los ciclones. ¿Cuáles son las consecuencias en el impacto de los ciclones y otros fenómenos naturales? ¿Hay más vulnerabilidad?

      ¿Todavía "pueden ser evitados", por ejemplo, después de la destrucción de ecosistemas y partes importantes que han regulado los fenómenos naturales durante milenios?

  2. Jan 2022
    1. In 1995, environmental historian William Cronon published “The Trouble With Wilderness; or, Getting Back to the Wrong Nature.” In it, he critiques the Western concept of “wilderness” as nothing but a fantasy that prevents us from meaningfully engaging with ecological systems. He argues that the idea of wilderness is beset by a central paradox: It supplies the “ultimate landscape of authenticity,” allowing for the purest expression of a human self, and yet it excludes human presence by definition (wilderness is wherever other humans are not). Wilderness thus remains a “profoundly human creation” — charged with individualism — in which we perceive not “nature,” but “the reflection of our own unexamined longings and desires.”