Groups Fairness vs Individual Fairness
Las métricas de equidad en inteligencia artificial consiste en equilibrar las necesidades y derechos de los individuos con los de los grupos a los que pertenecen. En esta interacción, los cuerpos, como sujetos de políticas, datos y decisiones, son tanto el objeto de la equidad como el espacio donde se manifiestan sus fallas. Al mismo tiempo, traducir valores éticos en métricas matemáticas resalta los límites y riesgos de confiar únicamente en lo cuantitativo para resolver problemas profundamente humanos.
Muchas métricas de equidad, como paridad demográfica o igualdad de oportunidades, priorizan problemas entre grupos tales como género o raza. No obstante, esta priorización puede generar nuevas desigualdades dentro de esos mismos grupos. Por ejemplo:
Buscar igualdad en las tasas de aceptación entre grupos, sin necesariamente garantizar que los individuos más cualificados sean seleccionados. Esto puede incluir a personas menos capacitadas en un esfuerzo por equilibrar resultados entre géneros o razas.
Dar prioridad a contratar a los individuos más cualificados, independientemente del grupo, lo que puede excluir a grupos marginados.
Estas desigualdades generan costos. La primera puede aumentar la percepción de injusticia entre individuos del mismo grupo (un postulante cualificado rechazado mientras uno menos cualificado es aceptado). La segunda perpetúa desigualdades estructurales al priorizar una lógica de mérito que no considera las barreras históricas. Esta tensión refleja una realidad ineludible: no existe una solución técnica capaz de satisfacer simultáneamente todas las demandas de equidad.
La interseccionalidad complica aún más estas dinámicas. Un algoritmo que parece justo en términos de género (hombres/mujeres) o raza (blancos/negros), puede ser injusto para subgrupos en las intersecciones de estas categorías, como mujeres afro, indígenas, etc. Estas identidades no son meras combinaciones de atributos; son experiencias vividas que reflejan múltiples niveles de opresión y privilegio.
En un sistema de contratación, la representación equitativa de hombres y mujeres puede ocultar la exclusión sistemática de mujeres racializadas o indígenas. Esto subraya cómo la traducción de conceptos éticos en métricas matemáticas puede pasar por alto la complejidad de las experiencias humanas.
En el diseño de la Inteligencia Artificial, la traducción no solo implica convertir datos en modelos, sino también transcribir principios éticos en reglas operativas. Esta traducción puede ser empoderadora o dañina para los cuerpos que impacta.
Empoderadora en el sentido en que una Inteligencia Artificial que integra principios éticos mediante enfoques participativos y contextualizados puede visibilizar y mitigar desigualdades estructurales.
Dañina en el sentido en que si las decisiones se limitan a métricas aisladas, como maximizar precisión, las Inteligencias Artificiales pueden reforzar jerarquías preexistentes, ignorando los cuerpos marginados que quedan fuera de su diseño.
Priorizar lo mensurable sobre lo significativo en el sentido en que los cuerpos afectados por estas decisiones recuerdan que, detrás de cada dato, hay vidas humanas con historias complejas.
Para lograr una ética corporal en la Inteligencia Artificial y para abordar estas tensiones, sería clave una ética que reconozca tanto los cuerpos como los cuerpos que usan ensamblajes para programar a la Inteligencia Artificial:
Las métricas de equidad deben diseñarse de manera participativa, integrando las experiencias de los cuerpos afectados. Esto requiere un enfoque interdisciplinario que combine ética, ciencias sociales e ingeniería.
La equidad debería ser un proceso continuo, lo que incluye auditorías regulares para identificar y mitigar sesgos que surgen en datos y modelos.
Las métricas deben ir más allá de categorías rígidas y considerar las intersecciones complejas que definen las experiencias humanas.
Replantear el objetivo técnico de los modelos, priorizando minimizar daños sobre maximizar precisión. Esto quiere decir que lo ideal sería reorientar la eficiencia hacia resultados que reflejen valores humanos.