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  1. Nov 2015
    1. Hubo un momento que, al menos en España, parecía que las cosas se podían cambiar “a base de valor y de valores como el honor, la hombría que decían entonces, la dignidad, el respeto, la cultura…”. Clara Usón llegó a esta conclusión tras creer que había hallado el germen de su última novela, historia corta sobre alguien con claroscuros: la de un pariente lejano, Luis Duch, “señorito comunista con final trágico pero heroico que participó en el glorioso fracaso” de la revolución de Jaca de 1930, la que, encabezada por el joven e idealista militar Fermín Galán, había de traer la República a España en 1930. “Me pregunté qué le había llevado a esa entereza final ante el pelotón de fusilamiento, a estar tan enamorado de sus ideales, a ser un santo laico: ¿La desesperación? ¿La dignidad? ¿Y qué era eso? Y todo en un ambiente en el que girar la situación de podredumbre de España, de descrédito institucional como el de hoy, se veía bien posible, que es justo la sensación contraria a la de ahora: nada se puede cambiar ante la inexorabilidad de los mercados. ¿Dónde quedan los ideales?”. En ese choque creció la idea de poner en jaque el valor y los valores en el ámbito político (a través de la historia de Galán), en el religioso (vía el triste papel de un fanático monje franciscano croata en el campo de concentración de Jasenovac en la segunda guerra mundial) y en el económico (encarnada en una directora de una sucursal de un banco que vendió preferentes sin escrúpulos a diestro y siniestro, madre incluida). El resultado es Valor (Seix Barral), séptima novela de Usón (Barcelona, 1961) tras su celebrada La hija del Este (premios de la Crítica y Ciutat de Barcelona entre los cinco que cosechó) y que, ella sí cargada de valor, la ofrece además en un ejercicio de feliz pero alto riesgo técnico mezclando personajes y planos de espacios y tiempos sin interrupción.

      Sobre Clara Usón

    1. Por debajo de esas clases bajas todavía había mundo: un sótano al que no llegaba el ascensor social y donde por tanto regían las leyes de la selva. Esa selva estaba a tiro de piedra de las luces de la gran ciudad, a no muchos kilómetros de donde se hacían negocios en un país que pretendía levantar la cabeza después de los años de fascismo y la destrucción de la guerra. A aquellas barrios malos no iba a llegar ninguna inversión que mejorara las vidas de quienes allí se apilaban. Pero los barrios malos tuvieron a un poeta que al menos les dio presencia a través de unos héroes cuya única pretensión era devorar la vida y hacerlo rápidamente: habían visto a demasiados viejos decrépitos como para desear siquiera adaptarse, entre otras cosas porque nadie iba a darles una oportunidad de adaptación. PUBLICIDAD   El poeta era Pier Paolo Pasolini, marxista convencido que echaba en cara a sus compañeros ideólogos que no vieran que debajo de la clase obrera todavía había una capa más, la de los desahuciados a quienes nadie iba a prestarles la menor atención. Escogió para sus novelas a unos muchachos que se desenvolvían entre el delito y el deleite, ubicados allá lejos, más lejos que Eritrea, en el fin del mundo: los suburbios inalcanzables. "Y en el corazón del suburbio, un partido de fútbol", escribía Pasolini en uno de sus Poemas con forma de rosa. Porque también allí, junto a la decrepitud ambiental, el no tener qué comer, las excursiones al otro mundo, al mundo de la gran ciudad, para conseguir algún botín, se presentaba de vez en cuando la felicidad en forma de partido improvisado. Pasolini, que consideró pronto que había dos iglesias, la iglesia marxista y la católica, y a ambas había que serle infiel porque no hacían sino pertrechar dogmas que no ayudaban a vivir, sino a mandar cómo había que vivir, cantó con audacia y lenguaje tosco, el lenguaje del ambiente que retrataba, esos lugares que estaban tan cerca y tan lejos del milagro de la recuperación económica. Los lugares a los que el milagro no llegaba, y la gente a la que se le prohibía creer en milagros.

      Pier Paolo Passolini

  2. Oct 2015
    1. Trabó amistad con Jean Genet y Barnett Newman. Frecuentó los círculos artísticos de Josef Albers, Jean Arp, Willem de Kooning o Mark Rothko. Conoció a algunos de los grandes tótems de la creación del siglo XX en un apasionante periplo vital que la llevó a La Habana, París y Nueva York, sin dejar de pintar bajo el influjo de las vanguardias. Pero solo cuando cumplió 89 años vendió su primera obra de manera profesional. Hoy, con 100 años cumplidos el 31 de mayo, Carmen Herrera es una artista reconocida. Será objeto en 2016 de una retrospectiva en el nuevo Whitney Museum diseñado por Renzo Piano y sus cuadros cuelgan en algunos de los más importantes museos. El éxito sobrevenido, sin embargo, no parece perturbar demasiado a esta creadora cubana nacida en La Habana que sigue levantándose temprano para trabajar en su loft de Manhattan en una rutina que solo rompe sobre las 11 de la mañana para tomarse un whisky —“scotch”, apostilla— o una copita de champán, al que se ha aficionado últimamente, comenta ella misma en una entrevista realizada por este periódico por teléfono y correo electrónico.

      Carmen Herrera, una artista de éxito a los cien años

    1. He estado leyendo estos días los Recuerdos de mi vida de Cajal, en una excelente edición del profesor Fernández Santarén. En ese libro están algunas de las mejores páginas memoriales que se han escrito en España. Es el relato de un largo aprendizaje, heroico en su amplitud y en su dificultad, el de un chico travieso y rebelde de pueblo, en un país atrasado y deshecho por convulsiones políticas, que descubre primero su amor por los animales, por la botánica y el dibujo, y luego su vocación científica, en la que es decisiva su curiosidad congénita y su talento de artista. Llegado a la investigación justo después de los hallazgos formidables de Darwin y Pasteur, Cajal estableció algunos de los cimientos sobre los que todavía se sostienen la biología y la neurociencia. Si nuestra cultura científica no mereciera más desprecio todavía que la literaria o la artística, seríamos conscientes de que Cajal es una de las pocas figuras de verdad universales que ha dado nuestro país: como Cervantes, o García Lorca, o Picasso, o Manuel de Falla, o Velázquez.

      Muñoz Molina sobre Santiago Ramón y Cajal.

    1. Un escueto “¡Fantástico!” fue todo lo que dijo al teléfono Svetlana Alexievich luego de recibir la noticia por teléfono de que fue galardonada, según comenta Sara Danius, la secretaria permanente de la Academia Sueca quien fue la que se comunicó con ella. La ganadora bielorrusa del Premio Nobel de Literatura ha sido el gran tema del que hablan las redes sociales desde el jueves 7 en que fue premiada. El diario The Guardian colocó el mismo día una excelente muestra fotográfica sobre Svetlana Alexievich donde destaca la foto, en polo marrón, de la autora abriendo la puerta apenas los periodistas en Minsk supieron del premio. También hay una foto muy significativa de Sevtalana en Kabul, en traje de periodista, recogiendo declaraciones para su libro Los Chicos de Zinc sobre la guerra de Afganistan.

      Un premio que hay que agradecer a Putin -dicen algunos-.

    1. Alicia Giménez Bartlett gana la edición número 64 de Premio Planeta con una novela sobre la prostitución masculinaEl guionista y director Daniel Sánchez Arévalo, finalista con 'Trece meses de mayo' LAURA FERNÁNDEZBarcelona Actualizado 17/10/201520:48 A buen seguro, anoche, la inspectora Delicado y su fiel escudero Garzón brindaron en su adorada Jarra de Oro por su querida autora. Anoche, Alicia Giménez Bartlett, la 'Dama del Crimen' patria, tiñó, una vez más, de negro criminal el Premio Planeta, en una edición, la 64ª, especialmente emotiva por la ausencia de José Manuel Lara Bosch, el padre del imperio. Su hijo, José Manuel Lara Junior, dijo que el jefe siempre estará presente en una noche planetaria porque "no se las perdería por nada del mundo".

      Alicia Giménez Bartlett gana el Planeta con una novela sobre los gígolós de alterne.

    1. KIC 8462852 es una estrella extraña, o al menos ahora lo parece. Está a 1.480 años luz, muy lejos, pero se encuentra en nuestra propia galaxia. El Telescopio Espacial Kepler, pese a la distancia, ha recogido información que nos cuenta que a su alrededor orbitan una serie de objetos que no parecen exoplanetas. Kepler, que ya ha descubierto más de 4000 mundos fuera del Sistema Solar, es capaz de detectar minúsculas variaciones en el brillo de estrellas remotas. Si se observa un oscurecimiento que se produce a intervalos regulares, se puede interpretar que ha pasado un planeta por delante de la estrella. Después, una precisa medición del parpadeo permite realizar estimaciones sobre el tamaño del objeto.

      ¿Vida inteligente en esta estrella de nuestro sistema galáctico?

  3. Sep 2015
    1. Pregunta. Gracias por recibirnos en su casa de Lisboa, la ciudad de Pessoa. Respuesta. No soy un admirador de Pessoa. P. ¡Hombre! El libro del desasosiego… R. El libro del no sé qué me aburre de muerte. La poesía del heterónimo Álvaro de Campos es una copia de Walt Whitman; la de Ricardo Reis, de Virgilio. Me pregunto si un hombre que jamás ha follado puede ser buen escritor. El libro del no sé qué [de Fernando Pessoa] me aburre de muerte P. ¿Tampoco hay nada nuevo en Portugal? R. No es un problema de Portugal o de España. El problema es que hoy no hay grandes escritores en Europa —en Irlanda, quizás—, pero no en Inglaterra o en Francia, que el pasado siglo tuvo a dos genios, Proust y Céline. En el siglo XIX tenías 20 o 30 genios en Europa,

      Opinion de Lobo Antunes sobre Pessoa.

    1. Hay libros o cuadros que lo acompañan a uno durante toda la vida y no dejan de alimentarlo y de maravillarlo, convertidos en elementos cruciales de su biografía. Leerlos una vez más, mirarlos de nuevo en la misma sala del museo en la que siempre parecen estar esperándolo, es verse confrontado con la experiencia entera que uno ha ido acumulando, con la interrogación permanente que no apacigua la familiaridad. La obra te conduce a ti mismo y te saca de ti mismo. Descubres cada vez en ella pormenores nuevos que provocan gratitud, una alegría íntima y a la vez impersonal, porque te limpia de ese egocentrismo mórbido que a veces se confunde con la vida interior. A los 60 años, volviendo al Prado para mirar de nuevo Las meninas, Michael Jacobs se acordaba de su primer viaje a Madrid y su descubrimiento del cuadro, al final de la adolescencia, cuando su vocación no estaba definida, cuando España era todavía un país atrasado y exótico sometido a una dictadura. Los libros se sueñan, gradualmente y también de golpe, antes de escribirlos. Michael Jacobs vería ante sí un libro que tendría en su centro Las meninas, pero que se expandiría en direcciones cambiantes, manteniendo una suprema unidad sin esfuerzo, de un modo parecido a como el propio cuadro tiene en su centro a la infanta Margarita y sin embargo va cambiando su perspectiva y sus puntos de fuga según uno lo mira, según se acerca o se aleja o cambia el ángulo de su visión.

      Las Meninas

    1. Jaime Gil de Biedma es una habitación inmaculadamente blanca. Una habitación inmaculadamente blanca, tres auriculares, seis altavoces, vidrieras rojas, un cuarto (oscuro y) también rojo y su voz. Su voz, desdoblada, repitiéndose aquello de: "Soy bastantes personas y no soporto a ninguna de ellas". Repitiendo: "No soporto a ninguna de ellas". Y: "A ninguna de ellas". El poeta, de pequeño, subido a un coche autopropulsado, también pequeño, su pequeño brazo sobre el hombro de una niña, alejándose. Luego, en la piscina, y despidiéndose de la cámara, con corbata, de joven, camino de una avioneta, camino de Manila, en el que probablemente fue el primero de sus cientos de viajes a Las Filipinas. Jaime Gil de Biedma, sus interiores, sí, pero sobre todo, su voz, llenan el vacío de la habitación en blanco que ha diseñado Pep Boltà para la exposición 'En palabras de Jaime Gil de Biedma', exposición itinerante, comisariada por su sobrina Inés García-Albi Gil de Biedma, que rinde tributo al poeta que siempre fue un niño. Un niño que soñaba con que el verano no terminara nunca.

      Sobre Jaime Gil de Biedma.

    1. "Considero la escuela como un ambiente espacial en el que aprender es bonito. La escuela comenzó con un hombre bajo un árbol, un hombre que no sabía que era un maestro, y que se puso a discutir de lo que había comprendido con algunos otros, que no sabían que eran estudiantes. Los estudiantes se pusieron a reflexionar sobre lo que había pasado entre ellos y sobre el efecto benéfico de aquel hombre. Desearon que sus hijos también lo escucharan y, así, se erigieron espacios, y surgió la primera escuela. La fundación de la escuela era inevitable porque forma parte de los deseos del hombre. Todos nuestros complejos sistemas de educación, hoy delegados en las Instituciones, derivan de aquella pequeña escuela, pero hoy se ha olvidado el espíritu con que comenzó. Los locales exigidos por nuestras instituciones escolares son estereotipados y carentes de inspiración. Las aulas exigidas por el Instituto, los pasillos tapizados de armaritos y los otros locales y dispositivos llamados funcionales, son organizados ‑claro está- en bellas confecciones por el arquitecto, el cual obedece a los requisitos de superficies y costos establecidos por las autoridades escolares. Da gusto ver las escuelas, pero son superficiales como arquitecturas porque no reflejan el espíritu del hombre bajo el árbol. Todo el sistema escolar derivado de su comienzo no habría sido posible si el comienzo no hubiera estado en armonía con la naturaleza del hombre. Además, se puede afirmar que la voluntad de ser de la escuela existía ya antes que la circunstancia del hombre bajo el árbol.""Por esto es bueno que la mente retorne al inicio: porque, para cualquier actividad humana constituida, el inicio es el momento más maravilloso. Pues en él está todo su espíritu, todas sus potencialidades, de las que constantemente debemos sacar inspiración para las necesidades actuales. Podemos hacer que nuestras instituciones sean grandes dándoles, en la arquitectura que les ofrecemos, nuestro sentido de esta inspiración."

      Un texto que me copia Animal de Fondo de Louis Isidore Kahn.

    1. El antiguo lehendakari Juan José Ibarretxe solía repetir que el pueblo vasco “tiene 7.000 años”, para defender la creación de un estado independiente cuyo origen se remontaría “al Mesolítico”. Pero no es cierto, como confirma ahora un equipo internacional de científicos. Los investigadores han leído los genomas de ocho agricultores que vivieron en los yacimientos de Atapuerca (Burgos) hace entre 3.500 y 5.500 años. El análisis genético muestra que la población actual más parecida a estos primeros agricultores es la vasca, cuya antigüedad quedaría reducida a 5.000 años.

      No es tan antiguo el pedigrí de los vascos.

    1. Sorprende a tus alumnos y cuando lleguen el primer día haz que se encuentren el aula organizada con una  disposición de las mesas en “grupos de 4” como forma básica de trabajo en equipo. Esto llevará implícito que renuncias al trabajo individual como metodología y que, por contra,  promocionas la interacción entre los alumnos como valor para aprender. La disposición de los pupitres dice mucho sobre el tipo de aprendizajes que se van a desarrollar en las aulas: de aprendizajes reproductivos a constructivos. El cerebro del alumnado, y el tuyo mismo, aprenderá a interactuar como sistema básico de aprendizaje, desarrollará capacidades de escucha como base de la comunicación, sistematizará procesos de toma de acuerdos como medio necesario para proseguir construyendo juntos y descubrirá rutinas y estrategias  comunes como procedimiento válido para el desarrollo de conocimientos compartidos.

      Ideas para el aula

    2. “Solo la idea puesta en la cabeza del maestro, de que lo que enseña tiene capacidad de cambiar los cerebros de los niños  en su física y en su química, su anatomía y su fisiología, haciendo crecer unas sinapsis o eliminando otras y conformando circuitos neuronales cuya función se expresa en conducta, cambia ya la propia percepción que el maestro tiene de la enseñanza”

      Francisco Mora, Neuroeducación.

    1. Google, que lleva la delantera en las iniciativas para crear coches sin conductor, ha chocado con un peculiar problema de seguridad: los seres humanos. El mes pasado, cuando uno de los coches autónomos de Google se acercaba a un paso de peatones, hizo lo que se supone que tiene que hacer cuando frenó para permitir que un peatón cruzase, ordenando a su “conductor de seguridad” que pisase el freno. El peatón estaba bien, pero no tanto el coche de Google, que recibió un golpe por detrás de una berlina conducida por un humano. La flota de coches de prueba autónomos de Google está programada para cumplir la ley al pie de la letra. Pero puede resultar difícil circular si se es puntilloso con las normas. Un coche de Google, en una prueba en 2009, no pudo pasar un cruce con cuatro stops porque sus sensores seguían esperando que otros conductores (humanos) se parasen completamente y lo dejasen pasar. Los conductores humanos seguían avanzando poco a poco, intentando pasar y paralizando al robot de Google.

      El coche de google se queja de los humanos...

    1. Nueve años tenía Henning Mankell (Estocolmo, 1948) cuando el futuro puso en él la semilla de la cara y la cruz de lo que sería su vida. Al menos una parte esencial. La primera lo haría consciente de su existencia en el mundo y delinearía su identidad y destino, cuando una mañana de invierno, camino del colegio, lo sorprendió “una certeza inesperada. Como una carga eléctrica: ‘Yo soy yo y ningún otro. Yo soy yo”. La otra mitad de la semilla guardaba el primer atisbo de la enfermedad que hoy está en su horizonte, cuando estaba en un hospital con unas molestias en el apéndice y el compañero de habitación era un hombre con cáncer terminal.

      Espero que logre superar la enfermedad. Sus novelas me han hecho pasar muy buenos ratos.

    1. «Cerramos por aburrimiento», clamaba ayer, día en que se hizo público el cierre, la librera, Montse, compañera de Paco y copiloto en esta aventura de la que, dicen, no han sabido salir mejor parados. «He fracasado como librero», decía Camarasa. «Hemos hecho todo lo que ha estado en nuestra mano y aún así la cosa no ha funcionado», añadía Montse. En Negra y Criminal se presentaba un libro prácticamente cada sábado. Se servía café, «de cafetera, no de cápsula», a cualquier hora, y, los sábados, mejillones y vino. «Hemos servido 1.250 kilos de mejillones en estos 13 años. Tenemos más de 6.000 direcciones suscritas a nuestra newsletter, se han fotografiado con nuestra camiseta, en la librería, 345 autores de todo el mundo. Pero había quien simplemente venía a que le recomendaras un libro y luego se lo compraba en cualquier otra parte», se explicó Camarasa.

      Estuve varias veces en la librería, y compré algunos ejemplares pero lo cierto es que no la apoyé. El género me había dejado de interesar. Las libreros profesionales están desapareciendo. Ahora compramos en Amazon y nos lo traen a casa.

    1. Este estudio presenta una síntesis de los temas abordados y las conclusiones de unos 20 meta-análisis y estudios sistemáticos, para ofrecer una perspectiva basada en evidencias sobre las prácticas conocidas como Blended Learning - una combinación de enseñanza cara a cara y contextos educativos basados en la web y mediados por la tecnología. Los estudios que investigan el BL han evolucionado, desde la práctica más básica, hasta convertirse en un campo de investigación maduro. Esto es bien evidente en las definiciones cambiantes, el aumento del número de tesis doctorales y la ampliación de las conversaciones que tienen lugar actualmente en la investigación primaria. Esta transformación del campo del BL ha sido impulsada por los rápidos avances en la tecnología, que ha facilitado la instrucción en línea que refleja las propiedades de los contextos cara a cara, lo que permite la rápida convergencia de estas modalidades de enseñanza.
    1. Así que el concurso en el pasado festival de San Sebastián de su Corazón silencioso (que se estrena este viernes 4 en salas comerciales) no presagiaba una fiesta cinematográfica. Y sin embargo, este drama —que se desarrolla durante un fin de semana, cuando tres generaciones de una familia se reúnen en una casa para que la abuela, enferma terminal, les comunique que quiere suicidarse— devuelve a un gran August. No será un bergman, pero al menos hay cine del bueno. “Bergman es Bergman. Nadie puede compararse. Fue un enorme director y una gran persona. Por suerte para mí fuimos amigos íntimos. Nunca me he sentido su hijo —ni me pueden calificar así—, aunque no he encontrado mejor colega ni casi mejor amigo en mi vida”. Y August se arranca en un elogio que parece una hagiografía de san Ingmar. “En ocasiones en la vida te encuentras ante hechos y elecciones en las que necesitas ayuda exterior, que alguien aporte una mirada distinta, y que además ese alguien sea de tu más absoluta confianza. Él era ese alguien al que yo telefoneaba, y siempre estaba disponible”.

      Bergman ocupó un lugar esencial en mi formación como espectador.