Las tecnologías de Inteligencia Artificial están mediada por las estructuras de poder que moldean qué datos se recopilan, cómo se interpretan y qué usos se les da. Esto es especialmente evidente en las brechas de datos de género, donde las experiencias y necesidades de ciertos cuerpos, particularmente los de mujeres, personas no binarias y otras corporalidades marginalizadas, son omitidas, invisibilizadas o mal representadas.
Los ecosistemas diversos y el rol de los actores sociales consiste en que la producción de datos es un proceso profundamente social, influido por las decisiones de múltiples agendas del Norte Global. Para abordar las brechas de género en los datos, es esencial reconocer este ecosistema diverso (gobiernos, empresas tecnológicas, organizaciones de la sociedad civil, activistas y comunidades de base).
Las corporalidades invisibilizadas en los datos pueden emerger a través de esfuerzos colaborativos entre sociedad civil y ministerios gubernamentales. Por ejemplo, iniciativas donde organizaciones feministas trabajan con gobiernos para construir políticas de datos con perspectiva de género.
Estas colaboraciones no solo reducen las brechas de datos, sino que también desvirtúan estructuras de poder tradicionales al movilizar a las comunidades hacia el cambio.
Las dinámicas de coerción interna y externa en la transformación tecnológica.
Para construir una Inteligencia Artificial feminista, es necesario emplear estrategias que combinen herramientas internas (cambios dentro de las instituciones) y externas (presión desde movimientos sociales).
Las estrategias internas incluyen la integración de equipos interdisciplinarios que combinen conocimientos técnicos y teóricos, como data scientists, activistas y académicas feministas, para diseñar sistemas que reflejen la diversidad de experiencias corporales.
Las estrategias externas implican la presión de movimientos feministas para exigir transparencia y responsabilidad a las grandes empresas tecnológicas y gobiernos, promoviendo cambios en las políticas y normativas que rigen la tecnología.
Investigación sobre ejemplos exitosos (“bright spots”):
Para avanzar hacia una Inteligencia Artificial más inclusiva, es vital identificar casos donde actuantes feministas hayan logrado cerrar brechas de género o implementar sistemas tecnológicos más equitativos. Por ejemplo, proyectos que han utilizado datos de género para visibilizar el trabajo de cuidado no remunerado o reducir las desigualdades en salud materna pueden servir como modelos para futuras iniciativas.
Estas experiencias también resaltan el papel de las comunidades locales en traducir las necesidades corporales específicas en soluciones tecnológicas efectivas y contextualizadas.
la investigación interdisciplinaria y colaborativa podría abrir las brechas en los datos de género y el diseño de una IA feminista con enfoques que integren disciplinas que tradicionalmente no dialogan entre sí.
La traducción de corporalidades a datos digitales puede ser abordada por equipos que combinen desarrolladores tecnológicos, expertas en teoría de género y organizadoras comunitarias, generando sistemas que reflejen tanto las dinámicas sociales como los contextos técnicos.
Este enfoque también fomenta sistemas de Inteligencia Artificial que sean culturalmente sensibles y diseñados para promover equidad.
La construcción de plataformas y prácticas feministas de Inteligencia Artificial requiere plataformas políticas y prácticas informales que incluyan múltiples niveles de acción, desde cambios individuales hasta transformaciones sistémicas.
A nivel individual, esto incluye sensibilización sobre cómo las tecnologías reproducen desigualdades de género y su impacto en los cuerpos marginalizados.
A nivel sistémico, implica movilizar políticas que aseguren la representatividad y la inclusión en la gobernanza de la tecnología, así como fomentar prácticas que desmantelen las jerarquías opresivas incrustadas en los sistemas algorítmicos.
Utilizar herramientas interdisciplinarias, movilizar a diversos actuantes sociales y articular estrategias internas y externas que impulsen el cambio. De este modo, la Inteligencia Artificial feminista no sólo traduce las experiencias humanas a datos, sino que lo hace desde un lugar de justicia social, visibilizando y empoderando a las corporalidades históricamente excluidas.