- Feb 2025
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Por supuesto, este demonio es una metáfora de un ejercicio humano que requiere de conocimientos, habilidades, recursos, tiempo y motivación con las que no necesariamente se cuenta en las instituciones y comunidades informales que soportan las humanidades digitales en nuestro contexto. Como afirma Fernández L'Hoeste, "una configuración puede sumar el saber-cómo básico e incluso el nivel de educación necesario para su operación, pero, sin los medios económicos apropiados o la infraestructura, poco parece viable"40Héctor Fernández l'Hoeste y Rodríguez, «Introduction: In and Out of Digital Humanities; Nations, Networks, and Practices in Latinx America», Digital Humanities in Latin America, ed. Héctor D. Fernández l'Hoeste y Juan Carlos Rodríguez (Gainesville: University of Florida Press, 2020), 2.. Una adaptación personalizada de la tecnología, como sucede con el caso de Brasil ejemplificado antes, debe competir con alternativas prehechas, que ya tienen terreno ganado en la oferta gracias al desarrollo de infraestructuras previas
Colocaría acá las economías de los afectos y cuidados (familia, amigos), que aunque también invisibles, hacen posible el desarollo de infraestructuras propias y apropiadas desde estos contextos y constituyen ese empujón de largo aliento necesario, como evidencié y agradecí en primera persona con el desarrollo de Grafoscopio.
Otro tanto tiene que ver con encontrar las grietas para ubicarse de manera que no se compita directamente con lo pre-existente, sino que se complemente lo que este no ofrece, como ocurrió con Grafoscopio también, que se ubicó en la intersección de campos como metaherramientas, sistemas malleables investigación/publicación reproducible, tecnologías cívicas, de una forma en que otras herramientas con mayor visibilidad (Jupyter, por ejemplo) no habían hecho y con ventajas y recorridos particulares no suplidos por las alternativas que emergieron luego.
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una tensión entre dedicar energía y trabajo en hacer infraestructuras situadas o en dedicarlo a realizar proyectos concretos con infraestructuras existentes. Por supuesto, más que una oposición en blanco y negro, esta tensión establece unos ejes de posibilidad en los cuales distintos agentes practicantes de las humanidades digitales se mueven, como en las nubes metafóricas propuestas y dibujadas en el capítulo 2. Hacer la distinción es útil, de todos modos, para conceptualizar tales posibilidades. Además, se abre espacio para preguntas como ¿cómo intervenir en las infraestructuras ajenas?, ¿cómo apropiarlas adecuadamente?, ¿cómo establecer procesos colaborativos entre distintas escalas infraestructurales y distintos contextos?
La forma de superar estos binarismos y navegar estas tensiones, al menos desde la comunidad de Grafoscopio es desarrollar tecnologías propias que reorganizan stacks tecnológicos alternos y agregan metaherramientas a la mezcla, de manera que podamos disfrutar las ventajas de la interoperabilidad y la alta localización y recontextualización.
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